martes, 18 de abril de 2006

Vidas sin retorno

"El alcohol que otro bebió, a ella le mató”. Esa es la frase con la que unos padres intentan mostrar a España el dolor por la muerte de su hija, de tan solo 20 años, a la que un conductor, con una tasa de alcoholemia que multiplicaba por cuatro lo permitido por la ley, se llevó por delante. Se la llevó para siempre. Como a esas otras 107 personas que han fallecido durante la Semana Santa de 2006 en accidentes en las carreteras. Adultos y niños. Hombres y mujeres. Vidas que no retornarán a casa, que no podrán compartir nada más con los suyos por culpa del alcohol, de las distracciones, del teléfono móvil, de la velocidad y muchos de ellos por no llevar el cinturón de seguridad.

Esta es una de las lacras que más está sacudiendo a este país. La muerte es un adiós sin despedida. Y como todas ellas, en las de las carreteras la gente se va sin poder desperdirse. Despedidas que no se esperan. Esperanzas perdidas. Vidas rotas. Muere uno y la losa cae rauda en muchos más. Lo peor es que al final estas cifras forman parte de las frías estadísticas que se volverán a recordar en la Semana Santa del próximo año. Sin más. Como las que se recordarán en las sucesivas operaciones especiales de tráfico. ¿Y qué se hace? Son (y somos) personas, no números.

El dolor por los muertos seguirá de por vida en los suyos. Descansen en paz todos aquellos que un día salieron de casa sin conocer que su destino final no sería el mismo del que partieron. Estas letras no pretenden nada, sólo plasman un pensamiento y una realidad.

Pd.- Al volante, tranquilidad. Quiero verte vivir.

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