lunes, 26 de junio de 2006

Todos somos...Variables...

Sí. Al fin y al cabo 'Variables' somos todos, pero ellos lo son más. Son un grupo formado por Chus, Pedro y Cristóbal. Tocan en locales de Málaga capital y suenan muy bien. Una afición a la que dedican su tiempo libre, una sana costumbre que ha arrastrado a muchos amigos y compañeros de profesión que los acompañan siempre que pueden por esas salas.

Han pasado varias personas por el grupo pero parece que ya se asienta. Chus, con la guitarra y su potente voz; Pedro, que toca la batería de forma impresionante, y Cristóbal, con el bajo, salieron del estudio en el que ensayan para asomarse y ofrecernos algunas versiones de grupos como Niños Mutantes, Loquillo o 091 y letra y música propias como las de Piratas modernos, Happy song, Lorazepam, Detrás de esas gafas, Levanto el vuelo o Nada depende de ti, que dará nombre a su próxima maqueta y que algunos estamos deseando escuchar.

La verdad es que la música me encanta aunque reconozco que mis gustos, normalmente, son demasiado comerciales. No sé si eso es bueno o es malo pero pienso que lo importante es que la música guste y escuchando cosas diferentes también se aprende mucho. Con Variables reconozco que estoy ilusionada porque me gusta y veo a corta distancia cómo es un grupo y éste está formado por gente que si en su profesión es buena en esta faceta también lo hacen bastante bien.

Cuando era más pequeña hice mis pinitos con el piano (no vale reirse, Guaraná), me flipaba la batería, luego me gustó el saxofón, y siempre he dicho que tocar la guitarra es muy complejo. Así que por lo menos disfrutaré oyéndolos y viéndolos siempre que pueda. Cada vez suenan mejor y espero que esa progresión continúe, aunque sea para darnos el gustazo a los que vamos a verlos.

lunes, 19 de junio de 2006

El espíritu de Ermua

La RAE define impotencia como falta de poder para hacer algo (además de otros significados que no vienen al caso). En la vida real es una palabra que creo que tiene una carga sentimental grande. Normalmente va cargada de rabia. Y eso es lo que siento cuando veo a los asesinos de Miguel Ángel Blanco sentados en el banquillo riéndose y campando a sus anchas, mientras que la familia del joven de Ermua sufre en silencio, como viene haciendo desde hace nueve años.

Aquellos tres días de julio de 1997, desde que desapareció hasta que lo encontraron moribundo, generaron un sentir único en la España de bien, la que condena el terrorismo etarra y el islámico. Un país entero unido. Un sentimiento que jamás podré describir con palabras, similar al que sentí aquel 11 de marzo de 2004, cuando Madrid se vio imbuida en una situación caótica e impactante de la que ha sabido salir pero no olvidarse.

Cuando oigo hablar del alto al fuego de ETA me invade la desconfianza y la alegría. Una mezcla un tanto rara. El que haya o no conversaciones no sé si es bueno o malo, sinceramente. Es como ese angelito y ese diablillo que de vez en cuando se asoman por nuestros hombros para insuflarnos lo positivo y lo negativo de algo. No lo sé. Está muy bien que se intente conseguir la paz, pero estoy en contra de que se den privilegios a los asesinos. ¿Alguien le devolverá el privilegio de vivir a Miguel Ángel Blanco? ¿o al malagueño José María Martín Carpena? O a los miles de asesinados…Lamentablemente no.

Sólo espero que los partidos no politicen este proceso, aunque decir esto es una utopía por mi parte, y que la Justicia actúe como es su deber, aunque es la que es, a veces condescendiente con quien no tiene que serlo y severa con aquél que hace años cometió un delito y al que hoy, ya rehabilitado, lo envían a prisión.

Ojalá este país no olvide jamás a esos miles de inocentes que los atentados terroristas se llevaron por delante. Víctimas, inocentes a los que quitaron la vida. Ellos no la perdieron, fueron unos miserables los que se la arrebataron. Sólo deseo que la paz fructifique de una vez. Y que siga vigente ese espíritu de Ermua, de lucha por la paz. Por el bien de todos.